Carmelo Alonso Bernaola
I. LOS INICIOS: DE OCHANDIANO A BURGOS Nacido en el seno de una familia de largas raíces vascas, aunque con alguna ramificación castellana (sus abuelos paternos eran burgaleses), Carmelo Alonso Bernaola –Carmelo Bernaola en el ámbito profesional– fue el único hijo de Amado Alonso y Rufina Bernaola. Entre sus primeros recuerdos constan las lecturas de pasajes del Quijote que le hacía su padre y su temprana fascinación ante las manifestaciones musicales de aquel entorno: los cantos populares, los ochotes y txistularis, pero sobre todo las actuaciones de la banda de Ochandiano y de las que visitaban el pueblo durante las fiestas. Se trataba de una inclinación natural, pues no existen antecedentes musicales mencionables en su familia. Vivió sus primeros años plenamente integrado en su pueblo de origen, recibiendo la escolarización normal. La huella que en su sensibilidad infantil dejaban los sones de las músicas populares escuchadas pronto fue sustituida por otros sonidos bien distintos: los de los bombardeos de Ochandiano al estallar la guerra civil española (1936-39). Cuando tenía ocho años la familia Alonso Bernaola se instaló en Medina de Pomar (Burgos), donde transcurrió una segunda e importante etapa de su formación, hasta 1946. En Medina de Pomar se incorporó a las clases que se impartían en la Escuela de Música de la banda de la ciudad. Estudió con los tres directores que se sucedieron al frente de la banda: con Servacio Martín, solfeo y trompa; con Faustino Ruiz-Cuevas, pequeño clarinete –requinto– y sobre todo clarinete, instrumento al que se dedicó profesionalmente durante muchos años, y finalmente con Bernardino Pereda, que le animaba reiteradamente a hacer música. Simultáneamente aprendía, como autodidacto, a tocar el piano y el saxofón, mostrando la facilidad que deriva de una notable musicalidad innata. A los trece o catorce años formaba parte de un trío (el Trío Medinés) y de la Banda de Música de Medina de Pomar, comenzando a obtener los primeros rendimientos económicos de su condición de músico al tocar en fiestas y celebraciones populares. Mostraba ya ser algo más que un aventajado instrumentista, y de forma tan espontánea como intuitiva componía para ocasiones concretas dianas, pasacalles, marchas, valses y serenatas.
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